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Dónde: CIC El Almacén. Sala Oscura.
Cuándo: Del 18 de noviembre de 2022 al 1 de marzo de 2023.
Colabora: MUAC – Museo Universitario de Arte Contemporáneo (México).
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Monumentalidad alucinatoria. Ya hemos hablado del fracaso artístico e histórico inherente del monumento existente a las víctimas de 1968. Parecería imposible que la placa que actualmente conmemora a los muertos en la Plaza de Tlatelolco llegara alguna vez a activar la memoria social de 1968, especialmente teniendo en cuenta el extraordinario deterioro del conjunto habitacional en el que se encuentra. Inspirándose en parte en el principio de la visionaria película 2001: ‘Una odisea del espacio’ (1968) de Stanley Kubrick, que representa el descubrimiento de una escultura misteriosa y minimalista en el espacio exterior, la artista Ximena Labra diseñó una estrategia para infundirle poderes alucinantes al monumento a las víctimas de Tlatelolco. Utilizando las mismas técnicas con las que se reproducen las obras precolombinas y otras piezas arqueológicas con fines educativos y museísticos, hizo reproducir el monumento original de 1993 en fibra de vidrio para obtener tres réplicas más a tamaño natural. A continuación, durante dos meses, hizo erigir temporalmente sus monumentos, tanto al lado del monumento original (para tener los cuatro juntos), como en otros lugares públicos de mayor eficacia simbólica: la céntrica plaza del Zócalo, el Palacio de Bellas Artes, la estación de metro Insurgentes y el recinto del Monumento a la Revolución. De alguna manera, esta migración física le devolvió al monumento un valor de novedad, llevándolo a un público que probablemente nunca lo hubiera visitado en su emplazamiento original. Si la gente no iba al monumento, ¿por qué no llevar el monumento a la gente?
Al mismo tiempo, toda la acción se llevó a cabo como una prueba hipotética, casi científica, del fracaso de este género de objetos escultóricos. El público daba por sentado que esta placa no debía estar ahí, pero se comportaba sin poner en duda la validez simbólica de las copias de la plaza de Tlatelolco, y sometía esas copias a las condiciones espaciales y prácticas específicas que prevalecían en su nuevo contexto. En una palabra, los monumentos móviles no lograron transformar significativamente su entorno en un espacio de luto. Vista en retrospectiva, la acción se convirtió en una crónica detallada de la banalidad del arte urbano, permitiendo al artista documentar el paradójico uso eficaz de los monumentos de la ciudad, ya fuera como fetiches políticos de la nueva era o como mobiliario urbano, e incluso como lugares de encuentro erótico. La poesía refinada de su contraste entre fantasía y banalidad hacen de la obra de Labra una de las lecturas más interesantes del comportamiento del arte público que se han producido en la región.
(Fragmento del texto escrito por Cuauhtémoc Medina).